Tu vulnerabilidad es también tu fuerza

Foto de Levi Stute en Unsplash

“Tu vulnerabilidad es también tu fuerza.”
Pina Bausch

Hay frases que llegan como un llamado a despertar. Esta, de la gran coreógrafa alemana Pina Bausch, me obliga a mirar de frente una verdad que a veces preferimos esquivar: no necesitamos ser perfectas para ser fuertes.

Durante mucho tiempo creí que la fortaleza se medía en la capacidad de resistir, de aguantar sin llorar, de seguir adelante como si nada pudiera tocarnos. Pensé que crecer significaba dejar de mostrar mis miedos o mis dudas, ocultar cualquier señal de fragilidad. Me movía en el mundo casi como si llevar una armadura fuera la única manera de avanzar.

Con el tiempo, entendí que lo que intentaba proteger era, en realidad, lo que me hacía más humana. Que aquello que consideraba débil: mis emociones, mi sensibilidad, mis grietas, era justamente lo que conectaba con la vida, con los otros y conmigo misma. Ser vulnerable no es desmoronarse; es permitirnos sentir, aceptar que la vida no es lineal y que no siempre vamos a tener todas las respuestas.

Nuestra vulnerabilidad es también nuestra fuerza. Y lo es porque nos abre, porque nos vuelve permeables a la belleza, al amor, a la empatía, a la creatividad. Lo que nos toca también nos transforma. Lo que nos duele también nos despierta.

A veces creemos que sentir nos debilita, pero lo cierto es que evitar sentir nos desconecta. La fortaleza real no viene de suprimir lo que nos pasa, sino de atravesarlo con honestidad. La vulnerabilidad nos invita a dejar de aparentar que todo está bajo control para simplemente ser. Cuando soltamos la necesidad de demostrarnos invencibles, aparece una claridad nueva: podemos mirarnos sin juicio y reconocer que en lo que nos quiebra un poco también está la posibilidad de crecer.

Aceptar nuestra vulnerabilidad nos permite vincularnos de forma más profunda. Cuando vemos a alguien abrir su corazón, compartir una verdad difícil o admitir un miedo, sentimos una conexión inmediata porque reconocemos en esa persona algo de nosotras mismas. Esa es la magia: la vulnerabilidad nos acerca, nos iguala, nos recuerda que ninguno de nosotros está solo.

Hoy entiendo que no hay nada más poderoso que vivir desde esa verdad. Que mi vulnerabilidad no me resta, me revela. Me permite habitarme con más suavidad, elegir con más conciencia y caminar con más calma. No necesito no sentir; necesito sentirme.

Si hoy hay algo que te conmueve, que te inquieta o te duele, no lo reprimas. Habitar esa emoción puede ser el primer paso para transformar tu vida. No temas mostrarte: ahí, en ese espacio donde te sientes más expuesta, también está tu fuerza más pura.

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